La fiebre del oro es uno de los acontecimientos más importantes de la historia en relación a este metal. A lo largo de los siglos, el oro ha sido motivo de ambición, de luchas, persecución y muerte. Desde el antiguo Egipto hasta ahora se sigue extrayendo oro para creación de objetos de lujo, joyas, o para que los países acumulen riqueza.

El cine norteamericano ha popularizado una de las épocas más conocidas acerca de la persecución y búsqueda del oro como motivación vital y su hallazgo como signo de éxito.

 

Barkerville, antiguo poblado de buscadores de oro

El descubrimiento del oro

La fiebre del oro empezó cuando John Sutter, nacido en Suiza, dejó su país huyendo de acreedores y abandonando a su mujer, y llegó a Norteamérica. Después de un tiempo en Alta California (la actual California), perteneciente a México en aquella época, comenzó a trabajar cerca de Sacramento en una nueva comunidad agrícola que llamó New Helvetia (Nueva Suiza).

Una década después, ya con ese territorio ocupado por el ejército de EE.UU. y con el sueño utópico aún en marcha, Sutter mandó a un empleado suyo, llamado James Marshall, construir un molino cerca del río.

El 24 de enero de 1848, Marshall vio algo brillante en el lecho del río. Tenía algún conocimiento sobre minerales, lo examinó y concluyó que era oro por su maleabilidad. Sutter no acogió bien la noticia porque sabía que una avalancha de hombres en busca de oro terminaría con su sueño agrícola. Intentó ocultar la noticia, pero el rumor se extendió muy rápido.

En agosto la noticia ya era conocida en la costa este y en diciembre el presidente James Knox Polk la confirmó en el Congreso.

La quimera del oro

Entre 1848 y 1960, la llamada "fiebre del oro" se extendió en Norteamérica, especialmente en la costa oeste (San Francisco y alrededores, sobre todo) y Alaska, aunque también hubo importantes minas de oro en México, Canadá, otros estados de EE.UU.  Australia, etc... El ansia por encontrarlo y salir de la miseria, sumado a las mejoras en las redes de transporte, en concreto el tren, produjo migraciones masivas a esos lugares.  

La población no indígena de California era de 14.000 habitantes. A finales de 1849, se alcanzaba la cifra de 100.000 personas y hasta 300.000 en 1854. Eran grupos de hombres jóvenes y fuertes que solos o con sus familias se trasladaban desde sus lugares de origen a California, Canadá (Klondike), Alaska o Australia. La mayoría de los colonos y buscadores de oro empezaron a llegar a San Francisco en 1849, por eso se les llamó los "forty-niners", y de ahí viene el nombre del equipo de fútbol americano de la ciudad del Golden Gate.

Pero no sólo eran hombres blancos los que acometieron la aventura del oro, sino de diversas razas. De hecho, el 25% de los buscadores de oro en todo el mundo eran chinos, pero por supuesto había también mujeres, indígenas y otras minorías. Esta mezcla hace especial la fiebre del oro, pues podríamos decir que fue global.

Acabada la primera ola, muchos de ellos volvieron a sus tierras de nacimiento; otros continuaron su búsqueda del oro; y algunos se asentaron en los destinos dorados creando minas, granjas, asentamientos, pueblos o ciudades.

Buscador de oro moderno

Una revolución dorada

La fiebre del oro coincidió con la revolución industrial y ambos movimientos se retroalimentaron durante años. La fiebre del oro ayudó a encauzar las comunicaciones y el transporte. Con todos los movimientos migratorios que se produjeron en esa época, se impulsaron el telégrafo, los barcos de vapor y las redes viarias del tren que conectaron los puntos principales de los países donde se desarrolló la fiebre del oro.

Así, pequeñas ciudades con una población modesta pasaron a convertirse en metrópolis. Todo esto supuso un flujo de dinero, de bienes y de créditos con el consiguiente aumento de la clase media y el temor por parte de la ya establecida a perder privilegios. Otra consecuencia fue el impacto en las minorías indígenas y en sus entornos medioambientales, en forma de minas abiertas, montañas carcomidas y cauces de ríos reconducidos.

La fiebre del oro dio un impulso al imperio británico y extendió el alcance del estadounidense, que a partir de ahí se fue convirtiendo año tras año, hasta su consolidación a principios del siglo XX, en la primera potencia mundial.

Los efectos de la fiebre del oro continúan en la actualidad, pues en algunas de las zonas objeto de la locura del oro, las aguas aún siguen contaminadas con metales pesados. Si quieres profundizar más en el tema, puedes leer este artículo sobre la fiebre del oro en California. También tienes en nuestro blog otros artículos interesantes sobre joyas, el oro y la plata.

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